Viudanegra
Es el hilo, el haz de la caída,
no otra cosa
lo que sujeta la frágil territorialidad
del bicho.
Es horrible, decimos,
y buscamos entonces los mortíferos medios
(que nos hemos inventado)
para acabar con el reciente espanto.
Vemos una vez, otra,
buscamos en la profundidad del escondrijo
aterrados
el brillo insolente de sus ojos arácnidos.
Una mirada más profunda nos sorprende,
en la noche del sitio.
Conmovida ante nuestro personalísimo horror
la viuda negra cede su diminuta humanidad
al veneno, no el suyo, que la mata.
Satisfechos, removemos con la escoba
el antiquísimo caparazón de su cuerpo.
No pensamos que un peligro mayor es el que acecha
en el odio concentrado de su cópula,
en la multiplicación inmortal de las bestias.
Dormimos tranquilos la noche de la muerte
mientras otras bestias tejen, sin decirlo,
sin los vergonzantes aspavientos
de estas orugas bípedas que somos,
nuestra muerte.
Es el hilo, soñamos, lo que sostiene el aguijón amargo
en su caída.
Frágiles amarras las sujetan
caen tenaces lanzas
hasta el lecho.
no otra cosa
lo que sujeta la frágil territorialidad
del bicho.
Es horrible, decimos,
y buscamos entonces los mortíferos medios
(que nos hemos inventado)
para acabar con el reciente espanto.
Vemos una vez, otra,
buscamos en la profundidad del escondrijo
aterrados
el brillo insolente de sus ojos arácnidos.
Una mirada más profunda nos sorprende,
en la noche del sitio.
Conmovida ante nuestro personalísimo horror
la viuda negra cede su diminuta humanidad
al veneno, no el suyo, que la mata.
Satisfechos, removemos con la escoba
el antiquísimo caparazón de su cuerpo.
No pensamos que un peligro mayor es el que acecha
en el odio concentrado de su cópula,
en la multiplicación inmortal de las bestias.
Dormimos tranquilos la noche de la muerte
mientras otras bestias tejen, sin decirlo,
sin los vergonzantes aspavientos
de estas orugas bípedas que somos,
nuestra muerte.
Es el hilo, soñamos, lo que sostiene el aguijón amargo
en su caída.
Frágiles amarras las sujetan
caen tenaces lanzas
hasta el lecho.
6 Comments:
una muerte
que no duele
loxósceles laeta.
Pero insisto, ¿eres real? O tan sólo semejas ese haz de la caída? ¿A dónde vas entre toda esa maraña de palabras? ¿A dónde?
Sí. También. No lo sé. No lo sé.
qué cosas pregunta ese anónimo.
Un bello poema. Gracias.
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