lunes, octubre 01, 2012

Elegía de la carrera



…todo termina, la vida termina definitivamente en mis pies,
lo extranjero y lo hostil allí comienza:
los nombres del mundo, lo fronterizo y lo remoto,
lo sustantivo y lo adjetivo que no caben en mi corazón
con densa y fría constancia allí se originan.
“Ritual de mis piernas”
Pablo Neruda

Para Lorena Enríquez

Elegía de la carrera
                                                   

Como aquel que ha descubierto
las girantes constelaciones
en el océano infinito de la nada
la alquimia de metales innobles
o el rostro de un dios envejecido
en una partícula de polvo
una alegría humilde
me sacude también
mientras avanzo
entre los eucaliptos

yo, que nada sé de la vida
esto es vivir
—me digo—:
la exacta tumescencia del músculo
extendiéndose
sobre los huesos plenos
y los nervios secretos
la dinámica arquitectura de mis pies y mis piernas
que duros como remos sobre el agua inmóvil
de la pista
palpitan

y como escapa la cría del gavilán hambriento
—y es violento y genuino y aterrado su prenderse a la vida
su voluntad de presa de no morir aún—
avanzo a mi vez entre los árboles del sendero
exhausto y aterido
huyendo a mi modo de mis propios vigías:
el tigre y el zorro y el dragón
y el hambre y la miseria
y tal vez la locura
y otros demonios que toman otras formas
y otros rostros
y también otros nombres
para darme la muerte

en el desplazamiento
parece de pronto
que estoy vivo
—exhausto y humilde—
como cosa concreta
piedra o pez o semilla
mientras desafía mi corazón
inefables galaxias poderosas
y las vence
en un solo latido

una milla
dos
avanzo a través del sendero
entre aquellos que corren para salvar sus almas
y soy
súbitamente
un hombre:
mueren los dioses irreales
demasiado conocidos
y yo
que no me conozco todavía
soy real de pronto
nazco en mi cuerpo desde los duros pies
hasta la coronilla
como un fruto vehemente

avanzo una milla, dos
aún
no como un poseído
—es cierto—
pero como alguien que se libra de todo
de la vida
y la muerte
y de dios
y los hombres

y como se esfuma la noche tras la dura claridad
del día violento
desaparecen así los miedos ilusorios
en la fiel contingencia del cuerpo:
y los grandes relatos de la historia
y todos los destinos del hombre
y todos los mitos
nada pueden contra el dolor de la carne
y contra la alegría de la carne
que centellean al unísono
en lo exterior y en lo profundo
y en lo oculto
y lo evidente

desbocado y ahíto
y saciado de mí
sobre el sendero de eucaliptos
voy en realidad a través de mi carne
reconociendo el cosmos íntimo que soy:
universo de células y nervios y fibras y tendones
que se expande
de la nada a la nada
y de la muerte a la muerte

soy un momento del cosmos
sobre la pista
y un dios vivo
y un soplo de viento