viernes, abril 13, 2007

Espero a que se parta en dos la media noche

Entonces Josué habló al Señor el día en que el Señor entregó a los amorreos delante de los hijos de Israel, y dijo en presencia de Israel: Sol, detente en Gabaón, y tú luna, en el valle de Ajalón.
Josué 10: 12, 14


Espero a que se parta en dos la media noche
Abigael Bohórquez


O que suceda de pronto

que estoy vivo

terrible e inobjetablemente

y me doy cuenta

que esta noche glacial

y dura

y baldía

sobre la tierra

puede nombrarse

súbitamente

algo que agradecer


¿cómo pudo alguna vez ocurrirnos la pureza?


Yo pregunto también

y entonces busco

como un niño asustado

que corre tras su padre perdido

lo que quede de gozo

entre estas ruinas

y no encuentro

sino un agrio regusto

de orines y cenizas

brotando

inagotable

desde el centro del pecho


me han dicho

que es preciso encontrar

una razón para vivir

que es preciso sujetarse

hacer como que aquí

no pasa nada


me han dicho que dios

no es indolente

y yo a veces lo creo

e intento sonreír

pero no siempre


hay un fruto podrido en la copa más alta

esperando el último descenso


hay un árbol, como debe ser un árbol

que muere de frío:


mira las cosas de la creación

que he dispuesto para ti

para que tú las nombres

y halles en ellas tu contento:


y le llamó a la luz día

y a la oscuridad noche le llamó


escucha, señor, que yo digo también

palabras para nombrar lo que queda

palabras que conmueven

o encienden

o ganan para mí

enemigos gratuitos

odio y hambre

y pena

bajo la extensión de los cielos

sobre la extensión de la tierra

y los océanos

que en un día formaste


escucha, señor, cómo el pájaro de los desolados

canta otra vez

la canción de la angustia

en el centro de mi pecho

donde anida

y arde

y muere

y reaparece

infinitamente

infinitamente

infinitamente

mientras tiemblo


¿dónde, padre, podré esconderme

de tu ira invencible?


yo digo los nombres precisos

para conjurar este espanto

el juego repetido de las simulaciones

el juego de que quizá sí es posible

ahora sí para siempre

la felicidad

o lo que ello signifique


clamo

por que la luz se mantenga

y la cordura

y elevo mis manos a los cielos

como espadas vencidas

y digo

“detente sol,

detente sol

detente sol”

porque es preciso

―me han dicho―

vivir un poco al menos todavía

y yo quiero creerlo

y me digo

como si fuese yo mismo

ese padre que tuve

y he perdido

“créelo,

créelo,

créelo”


hay que vivir

por lo que quede

y lo que se ha marchado

y lo que duele

y lo que dolerá

y todo eso

que no puede nombrarse

todavía


y me hallo gris y pobre y ciego

y hambriento hasta los tuétanos

y ridículamente avergonzado

de mi propia estatura

y del hambre feroz

y de este miedo


pero hay que esperar que dios deshaga las amarras

no nuestra mano


escucho que alguien dice


―es la voz de mi madre

o de mi padre

o de mi amigo


y retiro la cuerda

que me ciñe del cuello