Espero a que se parta en dos la media noche
Entonces Josué habló al Señor el día en que el Señor entregó a los amorreos delante de los hijos de Israel, y dijo en presencia de Israel: Sol, detente en Gabaón, y tú luna, en el valle de Ajalón.
Josué 10: 12, 14
Espero a que se parta en dos la media noche
Abigael Bohórquez
O que suceda de pronto
que estoy vivo
terrible e inobjetablemente
y me doy cuenta
que esta noche glacial
y dura
y baldía
sobre la tierra
puede nombrarse
súbitamente
algo que agradecer
¿cómo pudo alguna vez ocurrirnos la pureza?
Yo pregunto también
y entonces busco
como un niño asustado
que corre tras su padre perdido
lo que quede de gozo
entre estas ruinas
y no encuentro
sino un agrio regusto
de orines y cenizas
brotando
inagotable
desde el centro del pecho
me han dicho
que es preciso encontrar
una razón para vivir
que es preciso sujetarse
hacer como que aquí
no pasa nada
me han dicho que dios
no es indolente
y yo a veces lo creo
e intento sonreír
pero no siempre
hay un fruto podrido en la copa más alta
esperando el último descenso
hay un árbol, como debe ser un árbol
que muere de frío:
mira las cosas de la creación
que he dispuesto para ti
para que tú las nombres
y halles en ellas tu contento:
y le llamó a la luz día
y a la oscuridad noche le llamó
escucha, señor, que yo digo también
palabras para nombrar lo que queda
palabras que conmueven
o encienden
o ganan para mí
enemigos gratuitos
odio y hambre
y pena
bajo la extensión de los cielos
sobre la extensión de la tierra
y los océanos
que en un día formaste
escucha, señor, cómo el pájaro de los desolados
canta otra vez
la canción de la angustia
en el centro de mi pecho
donde anida
y arde
y muere
y reaparece
infinitamente
infinitamente
infinitamente
mientras tiemblo
¿dónde, padre, podré esconderme
de tu ira invencible?
yo digo los nombres precisos
para conjurar este espanto
el juego repetido de las simulaciones
el juego de que quizá sí es posible
ahora sí para siempre
la felicidad
o lo que ello signifique
clamo
por que la luz se mantenga
y la cordura
y elevo mis manos a los cielos
como espadas vencidas
y digo
“detente sol,
detente sol
detente sol”
porque es preciso
―me han dicho―
vivir un poco al menos todavía
y yo quiero creerlo
y me digo
como si fuese yo mismo
ese padre que tuve
y he perdido
“créelo,
créelo,
créelo”
hay que vivir
por lo que quede
y lo que se ha marchado
y lo que duele
y lo que dolerá
y todo eso
que no puede nombrarse
todavía
y me hallo gris y pobre y ciego
sí
y hambriento hasta los tuétanos
y ridículamente avergonzado
de mi propia estatura
y del hambre feroz
y de este miedo
pero hay que esperar que dios deshaga las amarras
no nuestra mano
escucho que alguien dice
―es la voz de mi madre
o de mi padre
o de mi amigo―
y retiro la cuerda
que me ciñe del cuello
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