viernes, enero 04, 2013

Locus amoenus


ofreciéndose al calor del verano
abierta y olorosa y dulce y encarnada
casi impúdica
amarillea la pulpa de los mangos
a la húmeda vera de la memoria
y punza en el paladar su suave médula

danzan los abejorros sobre el espejo de agua
y bajo la superficie
repite la mirada incesante
de los peces
su febril movimiento

balan también los rebaños a la orilla de un río interminable
y libres de la ruda montura descansan sus ancas los caballos
a la sombra del saúz

cantan los mirlos
verdean las altísimas frondas de los álamos
en la frágil plenitud del día fugitivo

tiernos e impúberes junto a los duros hombres
muchachitos en flor entre los tensos juncos de la rivera
otros breves dulzores probamos del estío caluroso
otros dolores:
el perenne malestar de la carne
y su ahíta alegría

severos cabalgan los jinetes
—diríase—
jóvenes potros sobre el prado florido
hasta domarlos

pesa el recuerdo huidizo lo que pesa
el convulso tremor de un hombre a las espaldas
polvo en los labios
sabe aún a lo que sabe
la salobre saciedad del cuerpo