lunes, junio 26, 2006

Postal

Esta lloviendo a cántaros
—dice Sofía—
cantan las ranas o lloran
yo no sé
sólo un rumor sordo se escucha
habitando el viento:
el ansia de la cópula

miles de huevecillos se desprenden
de la gran madre rana
los ríos de mi calle
que ve Julia la loca
desde el alto balcón
San Juan 40
arrastran la muchedumbre
transparente y diminuta
cuesta abajo

yo observo simplemente
desde la seguridad tibia de casa
con sus paredes blancas
y sus cortinas como encajes
célibe y casto para siempre
como el papa
imagino el extraño juego verde
de la entrega
y la irrefutable pertinencia
del croar en el cortejo
los pequeños brincos
la nocturna carrera
tras el sexo

está lloviendo a cántaros
—dice Sofía—
cantan las ranas
o lloran
yo no sé
esta lluvia
presagia
renacuajos

viernes, junio 23, 2006

Buda

ve una hoja caer
el lenguaje
de surcos
repitiéndose
las venas
de su presencia
desprendida
las simétricas líneas
de una savia invisible
y perenne
la rotura constante
de las cosas

¿cuántas hojas
como ésta
habrán caído ya,
cuántas caerán?
―se pregunta
Buda
el iluminado―

en la copa
del árbol
cantan los pájaros

lunes, junio 19, 2006

Viudanegra

Es el hilo, el haz de la caída,
no otra cosa
lo que sujeta la frágil territorialidad
del bicho.
Es horrible, decimos,
y buscamos entonces los mortíferos medios
(que nos hemos inventado)
para acabar con el reciente espanto.
Vemos una vez, otra,
buscamos en la profundidad del escondrijo
aterrados
el brillo insolente de sus ojos arácnidos.
Una mirada más profunda nos sorprende,
en la noche del sitio.
Conmovida ante nuestro personalísimo horror
la viuda negra cede su diminuta humanidad
al veneno, no el suyo, que la mata.
Satisfechos, removemos con la escoba
el antiquísimo caparazón de su cuerpo.
No pensamos que un peligro mayor es el que acecha
en el odio concentrado de su cópula,
en la multiplicación inmortal de las bestias.
Dormimos tranquilos la noche de la muerte
mientras otras bestias tejen, sin decirlo,
sin los vergonzantes aspavientos
de estas orugas bípedas que somos,
nuestra muerte.
Es el hilo, soñamos, lo que sostiene el aguijón amargo
en su caída.
Frágiles amarras las sujetan
caen tenaces lanzas
hasta el lecho.

lunes, junio 12, 2006

Langosta

Como un recuerdo
agazapado
y monstruoso
que en el fondo de sí
nadie mira
duerme
oscurecida
invisible casi
en el lecho marino
la langosta

la luz no

la toca

esta palabra

Visión

Mira
cómo se colapsan
sus pequeños pulmones
inconcebibles
cómo tiembla ante la vecindad
de la muerte
y reza
quizá
una plegaria muda
mira como se abomba
su vientre
y se contrae
y cómo sus ojos
apenas diminutos
te observan desde allí
aterrados
bajo el agua
escucha cómo
irremisiblemente
se apaga la música:

un grillo ha caído
en el vaso
―inmenso―
de la muerte.

Renacuajos

“Las ranas subirán contra ti, contra
tu pueblo y contra todos tus servidores”
Éxodo 7:29

Recuerdo
el oscilante
trasegar
de las diminutas bestias
su presencia
de sapos
siempre en ciernes
la repulsa
adelantada
y curiosa

Mira
―decíamos a las niñas―
he atrapado
cinco renacuajos
y mostrábamos
sonrientes
la botella

luego
aterrados
quizá
del faraónico
prestigio
de su fama mal habida
que apenas conocíamos
les dejábamos ahí
hasta morir

lunes, junio 05, 2006

Pantomima

Ensayar el gesto
posible
frente al espejo
los ojos entreabiertos
la boca seca y rígida
los dientes
asomando
como una risa tímida
o falsa
imaginar también
un leve
muy leve maquillaje
mortecino
sobre las mejillas
entrelazar los dedos luego
a la altura del pecho
fuertemente
y preguntarse

¿qué esta vida sino una lenta
lentísima
preparación
para la muerte?

ven a comer
dice mi madre
entonces
desde el fondo
del sueño

abro los ojos:
un olor
a hígado frito
a cebollas
llena la casa