domingo, noviembre 25, 2018

Aeropuertos

I


Entre estar y no
entre la vigilia y el ensueño
observamos los aviones tras los negros ventanales
arribar y partir
pequeños fuegos fatuos que descienden desde la noche abierta
o que ascienden de pronto hacia lo ilimitado.

A cuestas 
a través de largos y luminosos corredores
cargamos en la valija la última reliquia de la familia
nuestro nombre o lo que queda de él
una serie de preguntas sobre los días venideros
y los días idos
que alguien 
en alguna frontera
responderá por nosotros sobre la página abierta
de un documento de identidad.

Adivino quiénes son estos hombres
estas mujeres que esperan en las salas abarrotadas
mientras pienso en ciudades que alborean al otro lado del mundo
y escucho cómo sus nombres se demoran en el altoparlante con torpeza:
ríos que atraviesan largas planicies silenciosas
o peñascos que se alzan solitarios en medio de un paisaje lunar 
donde un hombre contó la primer fábula del mundo
provincias que es preciso nombrar en una lengua extraña
o imposible.

Este es el rostro, pienso
de alguien que ha atravesado los océanos
a treinta y ocho mil pies de altura
y todavía se sabe sin destino.

Aquel hombre de la corbata gris velará otra noche distinta de esta
a sus muertos.

¿A dónde irá esta mujer que blande en el puño cerrado una bandera sin patria? 

Y estos que ríen ¿harán más tarde el amor 
con la sobria y terrenal alegría de los que vuelven a casa
o sabrán desde ahora que pese a sus esfuerzos
no quedará traza de su nombre
un día sobre la tierra?

Tropiezan las risas de los niños 
en las piernas estiradas de los durmientes 
y sus maletas transatlánticas:
su fácil, brutal felicidad
desprovista todavía de programa y símbolo y propósito
me sume de pronto en la melancolía.

Ajenas a mí y al mundo 
abriéndose paso entre el mar de viajeros erráticos 
que saturan los corredores
avanzan las azafatas al unísono
idénticas
pulcrísimas
como maniquíes inaccesibles
o delicadas piezas de escayola.

Antes de su ascenso inaudito
y como peces que han saltado fuera del cuenco 
los enormes aviones transcontinentales
avanzan lentos y torpes sobre la pista
giran
retroceden
giran de nuevo 
y yo olvido de pronto a dónde voy
o quiénes me esperan 
en qué lugar del mundo alguien observa una fotografía 
en la que sonrío 
quién ha escrito mi nombre con un crayón rojo
y con qué propósito
en el calendario.

jueves, septiembre 14, 2017

Fin de fiesta

A los 40 años todo el pan repartido
y la carne
a diestra y siniestra
con el frenesí de quien vislumbra
detrás de las ventanas
el alba mounstruosa dibujándose
creciendo en cada puerta clausurada
de una calle infinita
y apuramos el vaso como quien jala el gatillo
y en ese último sorbo le va la vida entera

Angustia
nadie aún, en tantísimas horas
nos ha dicho te amo entornando los ojos
y la noche ya acaba
y la noche ya acaba
y la noche ya acaba


y aunque sobra aún el licor
y los confites
y el deseo es una sombra a la que le crecen inúmeras cabezas
-cada una más deforme que la que le precede
o viceversa-
cesa la música como cesa la vida
de pronto
cesan la palabra y el ritmo
-como polvo, como sombra, como nada-

se hace la luz en medio de la fiesta
como el juicio de Dios se hará sobre los hombres
y vemos
en medio de un mar de serpentinas y guirnaldas
nuestra propia miseria a la deriva:
ínfima, innoble, desasiada

y del ímpetu que hace unos segundo movía estos miembros sobre la pista
queda un creciente escozor dentro del cráneo
sordina de todos los noes que ahora zumban
y se arremolinan
y escuecen como sal sobre la herida
y en última nota jubilosa
clausuran el concierto

¡Ay, los arrpentimientos de la hora última!
frágiles como el día que ya comienza a teñir las cortinas
y la cómica desventura de los ebrios sobre las baldosas:
ay pudimos haber sido, dios mío, si tan sólo, si...

Es la hora en que callan los profetas
los santos abandonan el lecho de las impúberes
y el hijo pródigo
balbuceante
regresa malherido a los brazos de la madre
que ya ha comenzado su faena:
"madre, yo era un hombre de fé
y un apasionado de la verdad sobre la pista
y un exegeta de los misterios
y un mártir
y pude haber llevado a las naciones a la nueva tierra prometida
bailando como un solo cuerpo"

volvemos a casa y el día ya enciende las pupilas

a la luz cenital
y sobre los restos de la antigua camaradería
y los antiguos sueños
sobre los restos de la alegría súbita
y todo el deseo
y los poemas exultantes
y la música
y las declaraciones de principios
y las poéticas evangelizadoras
y nuestra pureza
             hace tanto
germinan hierbajos inútiles
bellos
concedo

pero inútiles

martes, julio 25, 2017


Para Roberto.

Naufragios 


Como a la luz del relámpago la noche
así tu carne
−trémulo espejo en que me miro−
bajo esta embarcación de breve eslora  
abre sus aguas

desde la aurora boreal que te corona
desciendo la longitud del cuello lentamente
y a dentelladas breves descubro tus omóplatos
suaves pronunciamientos
islas de soledad que esta noche reclamo para mí

sobre la blanda huella de otras migraciones
sin duda
otros naufragios
hiende la quilla tu dulcísima carne que se orla
en perlas de sudor
y conquista el bajel latitudes de carne y sal y huesos
buscando el mediodía

pleamar
tímidas constelaciones
en el mapa celeste de tu espalda
me llevan mar adentro
siguiendo el meridiano hacia el cénit violento
hacia la tempestad que espera
y que deseo
en tu límite austral
y palpitante



y en tu cénit
por fin
estrella de carne que se riza y se tremola
mi barca se hace espuma

sumergida

lunes, septiembre 09, 2013

Hotel Revfülöp


como leche de cabra
blanca es la noche y dulce
sobre Balaton´s lake:

una a una bajo el haz de esa luz que se derrama
aparecen las pequeñas cosas de este mundo
un cerezo cargado de frutos
un viejo aliso
los muros de una antigua capilla derruida
en la distancia

¿pasaron por aquí las marchas de la muerte
o bebieron de esta aguas los soldados del fuhrer?
-pregunto-
olivares y viñas
han crecido sobre las antiguas cenizas de la muerte
-me dices-
pero el hedor de la carne corrompida
aun se suspende sobre el campo de lavandas

entre el recelo y la alegría
y la esperanza y la incredulidad
entre el extrañamiento y el deseo
compartes conmigo el pan y la carne
la historia de cuatrocientos mil muertos
que leudan la memoria

ocultos de los dioses de la furia
y de los guardianes de la vergüenza
esta noche aceptamos la vida como si nosotros
y solo nosotros
la mereciésemos

las campanas de Revfülop no doblan a muerto
y el vino que desborda las copas no es solo una metáfora

dejamos a los muertos bajo la tierra
continuar en su muerte                              
y que las cenizas desciendan hasta el fondo del agua
en las pozas de Birkenau
y que la memoria se suspenda
y el horror se suspenda
y el luto

en el tremor de mis miembros bendigo en silencio el vigor de tu padre
y la sufriente determinación de tu madre
en los campos de Polonia:

no de espanto
tiemblan tu voz y tu cuerpo esta noche
y yo en él



martes, junio 04, 2013

El biógrafo

                                           "Si el honor y la sabiduria y la felicidad 
                                             no son para mí,
                                             que sean para otros".
                             
                                               Borges, La biblioteca de Babel.                         




Ahora que puedo ver
sin apasionamientos
cómo malgasté los breves años de mi vigor
en entretenimientos más bien infamantes
yo, que soy un hombre sin atributos
¿que haré para justificarme?

Cierto es que en mi juventud visité los lugares sagrados del mundo:


de Angkor wat a Stonehenge
cada lengua extraña y cada signo incomprensible
y cada piedra muda
confirmaron solamente mi propio extravío

¿Qué honor puedo esperar
si evité a toda costa no solo los enfrentamientos baladíes
sino eso que llaman las duras batallas de la vida?

¿Qué gloria pedir para mi nombre
si por aburrimiento
y no virtud
rechacé las cosas de este mundo?

No pude darme a una mujer:
ignoro quién recordará mi nombre
o quién acaso repetirá mis palabras con filial gratitud
como se hace con las duras reconvenciones
del padre sepultado.

Si Dios previó para mí esta inane existencia
antes que el tiempo y la materia se bifurcaran
o soy producto de una historia de vulgares repeticiones
que en mí se cancela
no importa ahora.

Pero temo al olvido.

¿Qué he de cantar sino las victorias ajenas
para que mi nombre perdure a través de los siglos
y alcance así
por lo menos
un poco de gracia?

martes, mayo 21, 2013

Los adioses



II


Abraham engendró a Isaac,
e Isaac engendró a Jacob
y Jacob engendró a Judá
puede leerse en lengua extraña
sobre los Rollos de Qumrán
hallados a orillas del Mar Muerto

¿Qué escriba cantará nuestro origen vulgar
y nuestra ínfima gloria,
quién hablará de nosotros
cuando hayamos caído ante las pestes del siglo?

Ni Ítacas gloriosas
ni Judeas bienaventuradas
hallaremos inscritas en nuestra heráldica
me temo.

Y en cambio más de un asesino y un ladrón  
podrán contarse entre los míos.

Prevaricadores
usureros
hombres que cambiaron sus almas  
por un poco de vino 
y dijeron mi nombre y besaron mis cabellos
en el sopor de la ebriedad:
tal fue mi infancia.

¿Qué sueños
qué cegueras
animaron el curso de esta genealogía condenada a la muerte?

¿Quién hablará de ella con justicia,
quién de los amores proscritos
de las desobediencias que inauguraron nuestra estirpe
y su propia vergüenza:
mujeres que engendraron serpientes
en moteles oscuros
mientras sus hermanos veían azorados
el cumplimiento de la ley?

Nadie se salvará del nombre de su sangre
nomen et omen

Soy el último entre los míos
y no duraré lo suficiente para escribir la historia gozosa
de nuestra ruina.

¿Qué huella quedará de esta familia y sus pequeñas batallas
a dónde irán a dar sus secretos dilemas
los eventos gloriosos y ridículos
que dan espesor a la fábula inofensiva de nuestra sangre?

viernes, mayo 10, 2013

Los adioses


I


mira cómo tu abuela
—dijo mi madre—
parece que duerme

desde tu corazón exangüe
como un agua serena el sueño atroz del aldehído
avanzaba lentamente a través de tus venas

no hacía falta imponer ese último silencio
pero un cáñamo invisible anudaba tus labios
apretados y graves
a las blancas encías:
con palabras que nunca te escuchamos
que no sabías decir o no podías
inmóvil nos hablabas ahora
en un mutismo que crispaba la carne

¿cómo se oía tu voz llamar mi nombre
antes de que la nada germinara en tu cuerpo
silenciándolo?

bajaste a la tierra
un día de abril
y fue todo:
ni vastas constelaciones suspendidas
en el océano del cosmos
ni dioses imposibles
te recibieron


¿qué sueño de grandeza
qué virtud
qué parca vulgaridad te llevaste a la tumba
el día que la tierra se cimbró con tu muerte?

nada quedará de tu cuerpo
y sin embargo ¿cuántas estirpes de gusanos nacerán de tu carne
nuevamente fecunda?