Es ésta la luz
sus grietas, líneas
los ritos de su consumación multiplicados
en cada claroscuro
es ésta la bahía
sus nombres
formas con que la luz se guarda en la memoria
como una herida abierta en la mirada
medialuna
a lo lejos
en medio de la niebla
las grandes plataformas petroleras
permanecen en pie
porfiadamente
y lanzan sus redes
los potentes acorazados inmóviles
planean las gaviotas al ras del agua
y se agitan también sobre los barcos pesqueros
como cometas blancas
temblorosas y erráticas
vemos
uno al lado del otro
la superficie de las cosas posibles
su dureza
los vértices donde la luz se vence
lentamente
como un manto
que cubre con su peso los objetos
mira cómo amanece sobre esta tierra
en la que somos extranjeros
mira cómo todo existe de pronto
tan voluntariamente
o lo simula:
los leones marinos
dormitan entre las rocallosas
exhiben su terrible bocaza
los grandes ojos negros acerados
gruñen
ingrávidas
como vejigas húmedas
rosáceas
las medusas se suspenden
en la orilla
hace frío sobre el mundo
allá abajo
―te digo―
el mar se dice de otro modo
la voz se vence a otros silencio
y celebra la luz
de una forma secreta sus oficios
gira el cardumen con sus ojos abiertos
y hay nombres que no pueden pronunciarse
del horror que producen
allá abajo, allá abajo
―repites
sin mirarme―
mientras sujetas la manta que nos cubre